EDITORIAL

La universidad y los ingresantes

El caluroso verano limeño. Tiempo de vacaciones, de diversión y de descanso. Época de viajes y de playa para muchos adolescentes que han terminado el año escolar... Pero no lo es para otros muchos jóvenes que se han venido preparando desde hace varios meses atrás, que se han dedicado casi exclusivamente al estudio, que han invertido tiempo, esfuerzo y dinero para presentarse al examen de admisión. Todo con un fin: el ingreso a la universidad.

En el examen de admisión a la universidad se juega el destino de muchos jóvenes, se juega su futuro y la esperanza de sus familias. Ingresar a la universidad va a significar para ellos ingresar a otro mundo, a otro estatus, a otra realidad. Grandes contingentes de jóvenes ingresan cada año a las diferentes universidades, quieren estudiar, quieren forjarse un futuro, quieren ser “alguien” y hacia eso encaminan su voluntad y sus esfuerzos. Ahora que han logrado ingresar, todo ello parece posible, fácil de lograr, basta con poner empeño.

Pero, “hay algo” que nos invita a pensar con seriedad y detenimiento. ¿Cómo es, en todos sus aspectos, la situación de la institución universitaria que los recibe?, ¿Está ella adecuadamente preparada para cumplir su cometido?, ¿Cuenta con todo lo necesario? Es importante pensarlo detenidamente pues no pocos ingresantes se han desilusionado de ella hasta expresar: “¿Esto es la universidad? ¡Yo esperaba otra cosa!”. Hay que evitar que eso suceda. Por eso, y en primer lugar, la universidad debe ser muy cuidadosa con la selección de sus profesores, buscando a aquellos que tengan profesionalismo e idoneidad para el trabajo, pero que también muestren entusiasmo y un cabal conocimiento de la tarea docente. Deben saber qué se debe hacer, cómo se debe enseñar y hacia dónde deben dirigir sus esfuerzos. Estos profesores deben percatarse claramente que el enseñar es un trabajo solidario, que ellos forman parte de un colectivo ansioso de servir, el cual debe formar a otro colectivo ansioso de aprender.

Por supuesto que hay muchos otros factores gravitantes en el proceso de formación profesional, pero el aspecto docente es clave porque es el eje de la formación universitaria y porque de su calidad depende en gran parte la calidad institucional y la trascendencia de la universidad. Hagamos lo necesario y hagámoslo bien, que los profesionales que se formen en las aulas universitarias sean de lo mejor gracias a sus profesores y no a pesar de ellos.




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